EL GEN PERDIDO (Parte 2)
Después, en ira y estupor, buscará al enemigo. |
¡Pss, pss! ¡Ustedes, sí, ustedes! Lean todos bien clarito lo siguiente, lo que nadie les ha dicho hasta ahora a la cara, el elefante en la habitación: son Vds. un cuadro. Es más, usaré una palabra que casi nunca aplico a casi nadie: son ustedes ridículos. Lo han sido siempre. Ustedes me ven como un garbanzo negro y yo les veo a ustedes como un potaje cuartelero de garbanzos negros... y sin embargo, soy de las pocas personas que van a decirles la innombrable verdad: les han jodido la vida. Desde mis cuarenta años de investigación, experimentación y estudio, en verdad les digo: les engañaron desde pequeñitos. A todos. No tienen idea de hasta qué punto les torcieron en origen, y no tienen idea porque lo deforme ya forma parte de sus formas. Fueron víctimas de una estafa morrocotuda, de murallas tan altas que ya no ven ni dónde empiezan ni dónde acaban. Han recibido una (o dos, o más) de las peores herencias que se pueden recibir. No me refiero a la herencia del desprecio al prójimo que no les conviene ni su contrapartida, el patetismo de zampar el trasero de quien les convenga en el momento conveniente, no. Tampoco hablo de las caridades de escaparate, ni del sectarismo casposo, ni de esa "exclusividad" tan tan vulgar, ni de la criminal “cultura del enemigo”, no. De cualquiera de esas disfuncionalidades podemos estar contaminados todos. Todos, yo el primero… Añadan los particulares clasicazos de su endémico Síndrome: autismo emocional en grados diversos, la mentira como recurso recurrente, tirar palante caiga quien caiga, la creación de personajes inhibidores de la persona, el cociente insuficiente, darle la vuelta a todas las tortillas que cocinan, disertar cual catedráticos sobre lo que desconocen, el numantino “antes muertos que expuestos o arrepentidos” (un día escuché esta definición demoledora: «la pobre mujer prefiere tener razón a ser feliz»), el no acabar de aprender del sufrimiento incluso fomentarlo, la total ausencia de naturalidad, negar la mayor cuando se la ponen en la cara, esa tensión que no da tregua a sus músculos y que alivian con la lengua o la imaginación o la evasión, no pasar jamás del "y tú más" o del "y tú peor", en resumen: un letal complejo de superioridad… Terrible, soy consciente, pero a mí qué me cuentan, no les he fabricado yo. La Gran Pregunta, visto todo lo que acabamos de ver, sería: ¿pero cómo es posible que teniendo semejante bagaje de disfuncionalidad, porque si no es una cosa, es la otra y a veces todas juntas, traten la vida con tanta osadía, hagan tanto ruido y sean ustedes tan arrogantes? ¿De dónde sacan pa tanto como destacan? Fenómenos para-anormales.
A
mí todo esto me da una pereza monumental (un año de silencio me
corrobora), pero es que ustedes se han empeñado, de verdad, son
provocadores natos. Han hecho todo lo posible. Lo que les
está ocurriendo tiene una explicación muy sencilla: cuando se deseduca
uno en
un ambiente tan desnaturalizado y artificial, donde sistemáticamente se
ponen la
apariencia, el continente y las formas por encima del contenido y la
esencia…
donde queda implícito y explícito que "ser alguien” es mucho más
importante que “SER”… al final el cimiento no aguanta. Que se pongan
copas de Bohemia en la mesa del comedor no les refina por dentro, llega
un punto que la ordinariez se expresa de una manera o de otra. Llámenlo
"educación sacarina": puede parecer, pero realmente no es. Insisto en
que la disfuncionalidad, la mala educación y la ordinariez no es
exclusiva
de ustedes: la mayoría de gente, especialmente en Occidente, nos
gestamos y nos desarrollamos (eufemismo) en entornos más o menos
disfuncionales. Ahora bien: lo que no
es de recibo es convertir la
disfuncionalidad en reina y señora; eso que llevo años denominando “el protagonismo de la deficiencia”,
algo que ya no pienso
tolerar en mi vida (y de esos malos polvos, estos peores lodos). Para mí
(para mí, ya sé que no comparten mi parecer) el Deber de todo ser
humano es transmutar, salir
de la disfuncionalidad, decir La Verdad por mucho que duela y conlleve
pérdidas y desnudeces, aunque dicho
trabajo dure toda una vida, como hice y sigo haciendo yo, repleto de
defectos y
carencias como estoy. Lo que no es decente, lo que no es valiente, lo
que es
verdaderamente un pecado que no hay hostia que condone ni avemaría que
purgue, es
hacer exactamente lo contrario: homenajear las taras, celebrarlas,
transmitirlas, ocultarlas, excusarlas, complicar los complejos
recibidos, seguir
convirtiendo el juicio sistemático en propaganda y la propaganda en
denigración…
Tratarse a sí mismos como criadores de perros de supuesto pedigrí, y a
la vez ser ustedes mismos los propios perros que crían, es demencial. A
mí me parece fenomenal que sean ustedes muy orgullosos, que no se les
caigan los "¡y a mucha honra!" y los "¡por supuesto...!" de las bocas y
tal..., lo que pasa es que las facturas de tanto orgullo medieval las
pagan terceros. Repito: ninguna de las deficiencias que acabo de
nombrar, son las
peores herencias que han recibido ustedes. No lo son por un motivo:
todas
hubieran sido corregibles, si hubiese habido voluntad (y humildad). La
peor herencia que han recibido ustedes es muy
complicada de corregir, y se llama
ceguera.
Si no has visto Blade Runner, no le des al play: spoiler total.
La ceguera es un reclamo para el sufrimiento, y la ceguera es la que les hace llamar “resentidos” (familiar palabra, ¿verdad, monina?) a todo el que ose, como dicen los franceses, ressentir, y lo odian en los demás porque a ustedes les caparon el sentimiento con las tijeras del sentimentalismo. ¡Qué mal llevan ustedes el “no” por respuesta! Se les va la olla cuando reciben un NO. Es una diabólica obra maestra crear resentidos por doquier y luego levantarles los bastones, volverles las caras o las vidas, mandarlos al psicólogo (o al gabinete entero), o volverlos locos y mandarles luego al psiquiatra, o al infierno, que es a donde intentó mandarme el15 de mayo de 2014 la paleomujer, fosilizándose a sí misma.