LA TAUROLOGÍA

     Si para algo me ha servido el debate de la tauromaquia es para confirmar que quien no quiere comprender, no comprende. Se diga lo que se diga y sea la realidad tozuda como sea, nada. Los humanos sólo vamos más allá de la creencia propia cuando alguna circunstancia irrevocable incluso traumática nos hace ser distintos del que fuimos cuando sosteníamos las creencias anteriores. Mientras tanto, seamos sinceros ¿dónde se ha visto que alguien cambie de opiniones-creencias porque otro argumente en contra de ellas incluso con perfecta lucidez y racionalidad? En ningún lado. No tenemos tal nivel “socrático”. Lo cual no es una apología del no-diálogo, creo que no está de más seguir intentándolo a pesar de que creo mucho más en el ejemplo que en el diálogo como arma de convencimiento. Admitámoslo, casi nadie convence a nadie casi nunca… a no ser que aquello que se argumente le sirva al convencible para algún tipo de interés egoísta, entonces todo cambia y la mutación es posible. Dicho de otra manera, cambiamos pasmosamente de opinión cuando tenemos algo que ganar. Pero generalmente no es el caso, y mucho menos cuando de lo que estamos hablando es de identidad y/o costumbre.
     Poco de lo que diga convencerá a un partidario de las corridas de toros de que tales eventos no pueden producirse en una sociedad que -muy a la ligera- se autodenomina civilizada. Aún así, me lanzo.
     A- Ciencia ficción. Imaginemos que entramos en contacto con una especie superior, la cual ingenia una suerte de acontecimiento social propio en el que, digamos aleatoriamente, seis miembros de la especie humana son elegidos forzosamente, por sus excelentes características físicas y temperamentos apropiados, para “participar”.
     En este show guarnecido de ritualismos y galas y significados (establecido según un estudio previo para usar ingeniosamente los resortes instintivos y emocionales humanos) los seis protagonistas primero serán metidos en un entorno inhumano, frente a cientos de espectadores de la raza superior, después zarandeados de un lado al otro sin descanso, y más tarde lentamente heridos para provocar unas respuestas emocionales y físicas que enardecen y culminan el efecto que cerrará el acto: la muerte heroica, sacrificial -que en este caso llamaríamos asesinato- de los seis distinguidos.
     ¿Pensaríamos nosotros que tal especie merece el adjetivo de superior? Jamás. Estaríamos llenos de ira y resentimiento contra estos locos despiadados e irracionales que ejercen la fuerza bruta sobre la humanidad y encima con sofisticación, por entretenimiento y excitación, ni siquiera por necesidad, como los de “V”. Nunca les consideraríamos una especie avanzada, sino todo lo contrario. ¿Sigo el razonamiento? “¡No es lo mismo!” No, evidentemente, esto es una analogía. “¡Es que no se puede comparar!”. Sí, sí se puede, pero tú no quieres.
     B - Existen ya leyes para garantizar la protección de los animales y evitar su maltrato, enfocadas a mejorar la vida de nuestros compañeros de planeta, en especial en lo que respecta al uso e influencia que tenemos sobre ellos para nuestro beneficio, o están bajo nuestra protección. ¿Qué sentido tiene hacer leyes, para que luego en ciertos casos no se apliquen? Por supuesto que las leyes incorporan sus propias excepciones, pero para establecerlas hay que justificarlas, es decir, han de seguir el propio “espíritu de la ley”, término bien conocido en Derecho. ¿Por qué no se puede tirar una cabra del campanario, pero sí pasar por las armas a los toros en las plazas? ¿Por qué? ¿Porque se defienden? Ni una sola de las respuestas ha sido capaz por ahora de justificar la pretendida justificación, una detrás de otra son salidas del país del razonamiento hacia el paraíso fiscal de las excusas. Si una nación legisla en contra de la pena de muerte, excepto excepciones, legisla a favor, retórica aparte. ¿Entonces? Vale, hagamos un trato con los taurinos: blindemos como derecho y como bien cultural las corridas de toros, a partir de ahora serán subvencionables e intocables; pero, ah, para ser consecuentes con tal permisividad sumemos todas las demás: que queden también derogadas todas y cada una de las leyes de protección de los animales vigentes en España, de cualquier administración. Me gustaría estar delante cada vez que un pro-taurino firmase el pacto, para mirarle bien a los ojos, a ver qué veo o qué no veo.
     C - ¿Qué mecanismo psicológico, social, celular o genético lleva a un denominado homo sapiens a disfrutar con un espectáculo sangriento, tortura ritual, abuso? ¿Por qué se adorna esto de intelectualidad, cuando es meramente un método primitivo de hacer circular la adrenalina, a costa de un ser considerado inferior? Ya sé que la vía fácil en los debates es sacar el nazismo a colación, pero no me queda más remedio, a veces parece que el fenómeno nazi nos ha servido para tener un ejemplo al que poder acudir por siempre jamás, como arquetipo de barbarie suprema. Cada vez que veo a cientos de intelectualoides de columna de periódico o boli en mano o ceja levantada defendiendo con argumentos academicistas el negocio de la tauromaquia, me pasan dos cosas: 1) me avergüenzo de mi especie, 2) me recuerda a la Alemania nazi, nutrida en el regazo de una de las sociedades más refinadas, cultas, intelectuales y talentosas del siglo XX.
     D - ¿"Prohibido prohibir”? Desde cierto punto de vista se puede decir que el sistema legal al completo es un conjunto de prohibiciones. ¿Entonces? ¿De dónde, sino del morro o de la jeta, sale ahora tanto anarko-neoliberal esgrimiendo argumentos de mayo del 68? ¿"Prohibido prohibir”? ¿Ah sí? Pues prohibido prohibir el aborto en ningún caso, prohibido prohibir que un coche cruce el paso de peatones cuando le venga en gana, prohibido prohibir que la gente no pague sus impuestos, prohibido prohibir el burka, prohibido prohibir que alguien entre en tu casa y se lleve tus cosas... ¿"Prohibido prohibir”? ¿Pero qué estupidez es esta? ¿Es que con tal de llevarnos la razón en la dialéctica del momento cualquier argumento es válido aunque destroce todo principio de convivencia humana? Empezamos manifestar ya colectivamente los peores recursos de la prensa rosamarilla y la política patria, retransmitidos en tiempo real por la televisión, como modus operandi social normal. Por otra parte, millones de personas se benefician hoy en día de aboliciones hechas años atrás, aunque en su día fueran combatidas -incluso a sangre y cuchillo- por quienes no estaban de acuerdo.
     E - Que si mataderos, que si los bous embolats... ¿desde cuándo se ha de permitir la continuidad de una abominación, por el mero hecho de que existan otras equivalentes? ¿Desde cuándo no se puede prohibir una aberración porque hay aberraciones que aún no han sido prohibidas? Adiós lógica, hola demencia.
     F - ¿Desde cuándo el término espectáculo equivale al término cultura? Y, ¿por qué un elemento identificador de un grupo, sociedad o nación, por el hecho de serlo, tiene por ello fuero para perdurar por despreciable o violento que sea? ¿Qué mente enferma pone por encima de la moral y la decencia, la identificación nacional? Respuesta: el nacionalismo -el que sea-, cáncer de nuestra sociedad junto con la codicia. Parece que a muchos no les entra en la cabeza que los toros no son una seña de identidad de España, esto es totalmente falso. Lo son del Mediterráneo entero, ya desde tiempos del minotauro… y que yo sepa en otras tierras no les ha dado por respetar al toro a base de masacres sistemáticas. Y que quede claro: seguramente millones de españoles no consideramos para nada que la tauromaquia sea ni un arte, ni una seña de identidad, ni una fiesta, ni nacional. Y ya es hora de tenerlo en cuenta oficialmente, tenemos derecho.
     G - Millones gastados en las dehesas que protegen y dan vida a estas razas de toros, miles y miles de puestos de trabajo dedicados a ello. ¿El precio de esta vidorra, justificado después de tantos cuidados, esfuerzos y proteccionismos, es terminar en la plaza de toros? Qué es esto, la lógica del ¿“la pegué porque era mía…”?
     H - Más. Imaginemos que este gobierno no hubiera dado el paso de legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo. Imaginemos que el parlamento vasco decide autorizarlo en Euskadi... ¿quizá por deseos de diferenciarse del “estado español”, o simplemente para tocar los cojones?, yo ahí no entro, pero el caso es que lo hacen. ¿La reforma legal sería por ello menos lícita? No. ¿Dejaría de ser una buena noticia para los derechos humanos esta ley que haría feliz a muchas personas, sin restarle a los demás ni un ápice de sus libertades ni derechos? No. ¿Sólo por combatir el nacionalismo vasco el resto de España se tendría que hacer homófoba y blindar el matrimonio a parejas heterosexuales, marginando al resto de ciudadanos? ¿Sí?
     I - Y esta para los cristianos: ¿con qué cara le pedimos a Dios compasión y protección, larga vida y prosperidad para nosotros, sus criaturas, si nosotros no hacemos exactamente lo mismo? Jesucristo lo dejó bien clarito: «Sed perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo» (Mateo 5, 43-48). Perfectos no serán ustedes, pero su religión al menos les incita a intentarlo; así que quien sea cristiano y vaya a los toros, está pecando, diga la Iglesia lo que diga. ¡Hagan acto de contrición ya, o su paso por el purgatorio será un infierno!

     Hay otro motivo por el cual los humanos podemos cambiar de creencias, además de los traumas: la erosión, el goteo. Como dijo Leonardo Da Vinci, «llegará el día en que los hombres serán juzgados por la muerte de un animal como hoy se juzga el asesinato de un hombre». ¡Olé!

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